Durante el dominio colonial francés se instauró en Hanoi una política que pagaba por matar ratas. El objetivo era reducir su número en la ciudad, así que se pagaba a los hanoienses por cola de estos roedores, prueba del raticidio. Pero algunos empezaron a criar ratas y a cortarles la cola por la recompensa. Como las colas de las ratas no vuelven a crecer, conservaban algunas para reproducción y el resto, a la calle. Así, el incentivo se demostró perverso con el tiempo: el número de ratas en Hanoi aumentó, no disminuyó. El error fue la manera de ofrecer el incentivo, que no tomó en cuenta a los listillos, no el incentivo per se.
La fiscalidad, como los franceses en Hanoi, ofrece también incentivos, aunque no todos perversos. Por ejemplo, un autónomo que facture 100.000 euros tributaría el 47% por sus rendimientos netos, mientras que si facturase como sociedad pagaría ese 47% pero sólo sobre la retribución por sus servicios como socio-profesional (algo así como su salario). El resto, los beneficios, tributarían al 25% en el IS. Cuando se repartan dividendos, si se hace, el 20%. El listillo seguramente se pondría un salario bajito y dejaría el resto engordando en la empresa -hucha libre de impuestos-, aunque el cazador arriesgaría esos beneficios y los reinvertiría en generar más negocio.
En las sociedades capitalistas de libre empresa hacer negocios genera riqueza, y generar riqueza es como matar ratas, algo que se incentiva. Sin embargo, últimamente es frecuente leer noticias que apuntan a que en España no está bien visto hacerlo. Por ejemplo, Leo Messi, Iker Casillas, Sergio Ramos, Juan Carlos Monedero y Joaquín Sabina han afrontado inspecciones en las que se ataca, precisamente, que cobrasen sus servicios a través de empresas. Este escenario también afecta a abogados, consultores, arquitectos, médicos y periodistas. No se les acusa de pagarse una retribución bajita para minorar su tributación, si no de utilizar de manera torticera «personas jurídicas que canalicen rentas de personas físicas con el único objeto de reducir la tributación de la persona física» (Plan de Control Tributario 2015). Vamos, como si hacer negocios a través de una empresa no tuviera otra ventaja que la fiscal, como si no permitiera proteger el patrimonio personal, mutualizar inversiones, amortizarlas, vender participaciones, etc.
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